Había una vez, en la Universidad de Harvard, un joven cerebrito llamado Mark Zuckerberg. Era tan inteligente que los profesores no sabían si enseñarle algo o pedirle consejos.
Un día, mientras disfrutaba de una pizza de pepperoni y un refresco, Mark tuvo una brillante idea. Dijo: “¿Sabes qué sería genial? ¡Una forma de conectar a todos los estudiantes en línea para compartir sus fotos y chismes!”
Y así, con un chasquido de sus dedos (bueno, más bien con un montón de programación y café), nació Facebook. ¡La red social más grande y famosa del mundo!
Mark no paraba de sonreír mientras veía cómo la gente se volvía loca por su creación. Todos querían un pedacito de Facebook para contar sus historias y compartir fotos de sus gatitos.
Pero la fama y el éxito no le subieron a la cabeza a Mark. Siguió trabajando duro y, con su equipo de talentosos nerds, expandió Facebook a todos los rincones del planeta.
La red social creció y creció, como una bola de nieve rodando cuesta abajo. Y aunque enfrentaron algunos desafíos, como esos trolls que viven bajo los puentes digitales, Mark y su equipo siempre encontraron una manera de superarlos.
Con una risa contagiosa y un ingenio deslumbrante, Mark se convirtió en un ícono de la tecnología. Todos querían ser amigos de él (al menos en Facebook), y su compañía se convirtió en un imán para los cerebritos más brillantes del mundo.
Y así, entre líneas de código y reuniones creativas, Mark Zuckerberg siguió escribiendo su cuento de emprendimiento. Y cada vez que alguien daba un “Me gusta” a su historia, él sabía que había creado algo realmente especial.
Y así colorín colorado, esta historia de emprendimiento no ha terminado. Porque mientras haya amistad, risas y redes sociales, el nombre de Mark Zuckerberg brillará en la historia de la tecnología. ¡Amigos, likes y emojis para siempre! ??